El nuevo disco de Unfinished Sympathy

THE UNFINISHED SYMPATHY
Rock for food
BCore
Los barceloneses podían haber prorrogado la beca de oyentes otorgada a su debut (The Unfinished Sympathy, 2001), pero decidieron prescindir de la ayuda oficial y los préstamos ajenos, investigando por cuenta propia en un álbum extraordinario (An investment in logistics, 2003) y una gira perpetua a la que han robado el tiempo justo para registrar cum laude esta colección de rock atemporal en la que las melodías son más certeras que nunca y en la que, canción a canción, se licua el bravío caudal de influencias que el cuarteto maneja: del hard ochentero al indie norteamericano, facción punk, pasando por los clásicos del pop británico, de guitarras o no, de ayer y hoy. Confiando en el pulso de un Eric Fuentes cuya pluma ha devenido escalpelo, la banda catalana autoriza la sangría, confirmando lo que ya se veía venir: un disco de prematura madurez y pegada adolescente, introspectivo y sincero, en el que llueven ranas, se derrumban hogares cada noche, en el que la vida mata y las bombas también, en el que los molinos son molinos y los gigantes, gigantes. Un disco cabal con el que The Unfinished Sympathy esquivan la trampa que acecha a muchos grupos de rock que vinieron a este mundo para comérselo y acabaron engullidos por él, sepultados bajo los tres dedos de papel y pegamento que a menudo decoran los barrios húmedos de nuestra geografía.
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