LOW
Fecha: 26/04/05
Lugar: Sala Arena (Madrid)
Aforo: Como sardinillas en lata
Había expectación en la capital por comprobar si la vuelta de tuerca artística del trío de Duluth tenía el mismo efecto sobre las tablas que en el equipo de casa, donde su último trabajo, The Great Destroyer suena a disco que juega en la liga de los históricos, de los que podrían marcar una época, para ellos seguro que ya lo ha hecho. Manos a la obra , las manecillas marcaban las diez en punto cuando comenzaron, en la segunda canción ya se habían tirado al charco que todos esperábamos. Sonaron consecutivas California y Everybody´s Song, dos de las perlas de su último álbum, mientras Alan Sparhawk meneaba su estratocaster y su flequillo arriba y abajo sobre el escenario (algo impensable en otros tiempos).
Lo habían conseguido, en el tercer asalto el respetable estaba rendido a su arte, fue entonces cuando atacaron nuestras emociones y rompieron nuestros corazones con los cuchillos afilados que componen el repertorio de sus discos anteriores, basado en canciones más densas, más etéreas, menos (o nada) tarareables. El silencio del público rodeaba cada nota, cada frase cantada por Alan o por la impasible Mimi Parker, cuya voz era la sombra y a la vez brillo de la de su pareja. Era tal la introspección que causaron que el mismo Alan tuvo que arengarnos para que nos meneáramos un poco (o eso creí entender de su acento tan de Minnesota).
El público agradeció con la ovación de la noche la vuelta al rock más accesible de Monkey, la joya que abre el disco que traían bajo el brazo. Aparhawk cambió definitivamente de actitud y conversó con el público, él y Zak Sally, el bajista y tercero en discordia, escucharon atentos y divertidos la ruptura del silencio que convirtió la arena en una lonja (¿cuántas voces distintas pidieron canciones a gritos?). Finalmente, agradeció la entrega mostrada, bromeó (tenemos una familia que mantener) e hizo desaparecer su magia después de dos bises y noventa minutos de entrega mutua, pasión y punzadas a lo más profundo del corazón.
Aunque su nombre induzca a errores, estarán en lo más alto de las listas de final de año. Grandes.
David García
Lugar: Sala Arena (Madrid)
Aforo: Como sardinillas en lata
Había expectación en la capital por comprobar si la vuelta de tuerca artística del trío de Duluth tenía el mismo efecto sobre las tablas que en el equipo de casa, donde su último trabajo, The Great Destroyer suena a disco que juega en la liga de los históricos, de los que podrían marcar una época, para ellos seguro que ya lo ha hecho. Manos a la obra , las manecillas marcaban las diez en punto cuando comenzaron, en la segunda canción ya se habían tirado al charco que todos esperábamos. Sonaron consecutivas California y Everybody´s Song, dos de las perlas de su último álbum, mientras Alan Sparhawk meneaba su estratocaster y su flequillo arriba y abajo sobre el escenario (algo impensable en otros tiempos).
Lo habían conseguido, en el tercer asalto el respetable estaba rendido a su arte, fue entonces cuando atacaron nuestras emociones y rompieron nuestros corazones con los cuchillos afilados que componen el repertorio de sus discos anteriores, basado en canciones más densas, más etéreas, menos (o nada) tarareables. El silencio del público rodeaba cada nota, cada frase cantada por Alan o por la impasible Mimi Parker, cuya voz era la sombra y a la vez brillo de la de su pareja. Era tal la introspección que causaron que el mismo Alan tuvo que arengarnos para que nos meneáramos un poco (o eso creí entender de su acento tan de Minnesota).
El público agradeció con la ovación de la noche la vuelta al rock más accesible de Monkey, la joya que abre el disco que traían bajo el brazo. Aparhawk cambió definitivamente de actitud y conversó con el público, él y Zak Sally, el bajista y tercero en discordia, escucharon atentos y divertidos la ruptura del silencio que convirtió la arena en una lonja (¿cuántas voces distintas pidieron canciones a gritos?). Finalmente, agradeció la entrega mostrada, bromeó (tenemos una familia que mantener) e hizo desaparecer su magia después de dos bises y noventa minutos de entrega mutua, pasión y punzadas a lo más profundo del corazón.
Aunque su nombre induzca a errores, estarán en lo más alto de las listas de final de año. Grandes.
David García
4 comentarios
marina -
marina -
david -
saludos, jóven@s!
er luque -